Emprender es no tener jefes, trabajar en oficinas cool, levantar rondas y hacerse millonario. Tener unas Nike Airmax, camisetas sin cuello, prenderle fuego al traje de chaqueta en una ceremonia a la luz de la luna y, ante todo, flexibilidad para poder viajar con un portátil y una mochila. Nada más lejos de la realidad.Desde mi punto de vista, se está idealizando el emprender y esto puede ser un problema para la gestión de expectativas. Sin duda, lo puedo contar en primera persona porque eso fue exactamente lo que me pasó a mi. ¿Ingenuo? ¿Poco preparado? ¿Confiado? Probablemente todas.
Año 2012. Estaba trabajando en una consultora de business intelligence en Barcelona. La monotonía me aburría, veía que cada día entraba por la misma puerta, haciendo cosas muy similares y bastante repetitivas. Tenía ganas de poder crear, de empezar de cero algo nuevo, no tener jefes, viajar, conocer y descubrir.
Ese momento de mi vida coincide con que me deja mi novia, entonces llego a mi límite; vendo mi coche, mi moto, me cargo de motivación y me digo a mi mismo: me voy a Australia a emprender. Primera llamada a Pablo, mi mejor amigo: “Me voy a Australia a montar el pádel”. Su respuesta fue contundente: “Dame cuatro meses y llego yo, y lo hacemos juntos”.
Momentos críticos
Recuerdo la primera mañana que me levanté en Melbourne, Australia. Estaba lloviendo y yo estaba compartiendo CAMA con mi primo Jota. Nunca olvidaré el momento en el que estaba desayunando mientras veía diluviar y, miré al infinito, y me dije a mi mismo: ¿Qué cojones hago aquí? ¿Qué es ser emprendedor? ¿Por dónde empiezo?
Para ir entrando en calor y, claramente, mantenerme, empiezo a trabajar de lo que puedo: en un catering, vendiendo sangrías, en Zara de dependiente, clases de Español, friegaplatos, carreras de galgos y sirviendo paellas. Todo esto, sin olvidarme de cuando fui vejado en un bar coyote para mujeres, donde todo eran australianos de 1’90, con puro músculo y que iban de sustancias hasta las cejas. Imaginadme a mi, un tirillas de 1,85 y 70 kilos de peso, intentando aguantar el tipo. Las risas estaban aseguradas, pero por desgracia cuando has dejado todo atrás idealizando un sueño, tanto, tanto, no te ries. Maduras.
Empieza el baile… Vamos a emprender un poco.
Las expectativas ya estaban en su sitio dada la ducha de realidad y, tras llevar un tiempo en Australia, aparece una oportunidad. Esta, como muchas, nace de una necesidad personal. Australia estaba recibiendo muchos estudiantes internacionales, que enviaban agencias de Latinoamérica y España. Pablo y yo, nos dimos cuenta que, una vez llegaban a destino, las agencias desaparecían. A partir de ahí, decidimos crear GrowPro con una diferenciación clara: la experiencia en destino. Con nuestra agencia, ningún estudiante se sentiría solo en su nueva ciudad.
Siempre me río diciendo que nuestro palo del Chupa Chups fue montar GrowPro en destino. Muchas veces (nos pasó con el padel) intentas montar un mega business plan y te conviertes en maestro de lo téorico. Está vez, no nos pasó, ya que salimos a la calle a vender. Quisimos centrarnos a tope en la comunidad y, entonces, empezamos a revolucionar Melbourne organizando eventos masivos para TODOS los estudiantes.
Nuestro sello de identidad eran las paellas en la playa: Pablo cocinaba y yo me dedicaba a #GrowProizar a todo el mundo, es decir, a hacer que las personas se conocieran y se divirtieran. Todo mega low cost y con una respuesta muy positiva. Así, comenzamos a hacernos conocidos en las calles de Melbourne. La gente empezó a recomendarnos y el boca a boca hizo su magia. De hecho, los primeros años GrowPro vivía de las recomendaciones, nada más, y siguen siendo nuestro máximo punto de apoyo.
La magia de estos eventos era que los estudiantes se sentían acompañados en el momento de máxima soledad. Todos habían dejado sus casas, a sus familiares y amigos, y necesitaban divertirse y relacionarse. GrowPro estaba a su lado y, además, conseguíamos que se ayudaran entre ellos, ya que en los eventos conocían a personas que habían pasado por las mismas experiencias. Esto era lo que, justamente, a Pablo y a mí nos había faltado al llegar a destino. Así, adaptarnos habría sido mucho más fácil.
El resultado de reinventarse:
The Farm | Música, deporte, acampada y granjeros [Evento GrowPro]
Lo que quiero decir con todo esto es que para mi emprender tu negocio de cero es un reto, una lucha, una guerra. Al principio puede ser duro, ya que las puertas no se abren solas, y hay que dedicarle mucho esfuerzo y, sobre todo, equivocarse y aprender.
Este post no es para desanimar a que la gente emprenda, sino que he intentado escribir lo que me hubiese gustado leer antes de dejar todo e irme a Australia. ¿Hubiese hecho lo mismo? Seguro que sí, pero hubiera ido más preparado.